miércoles, abril 9

El pan de vida (Jn 6.35)

Desde que sentí la necesidad de ir a misa con mas frecuencia he estado pidiendo a Dios que me ayude a dar testimonio de el. Debo reconocer que el levantarme a las 5:45 para la misa diaria, el hacer el rosario diario, la confesión frecuente y la oración diaria no han sido ni remotamente tan difíciles como dar testimonio de Jesucristo. El problema no ha sido compartir mi visión de la fe. Lo difícil es dar verdadero testimonio. Comportarse como un verdadero cristiano.

En estos días he meditado sobre la comunión y su relación con la difícil tarea que es dar testimonio. Entonces me di cuenta que la razón misma que me motivo a “calentarme” en la fe me hace blanco del enemigo y hace la lucha más difícil: Soy cabeza de mi familia.

El día de hoy, sin embargo, Jesús toco mi corazón. Iba en el carro camino al trabajo temprano en la mañana, luego de haber comulgado. Estaba haciendo el rosario y meditando sobre la necesidad de no repetir las avemarías mecánicamente, sino sentir y saber lo que estoy diciendo cuando de pronto sentí la necesidad de alabar al señor y le alabe de todo corazón. Sentí como el Espíritu Santo me llenaba y recordé la palabra “...nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino con el Espíritu Santo” (I Cor 12.3)
Comparto con ustedes esta palabra que me llena de gozo, sobre el sacramento de la Eucaristia.

“...Yo soy el pan de la vida... este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre... mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él...” (Jn 6,48-56)

1 comentario:

Eladio Jimenez dijo...

Cuando se ha experimentado el gozo del Señor, no se puede callar el corazon, primero empezamos a acercarnos a El para poder vivir como El.